Stroszek

“Hay una camioneta incendiada, no encontramos la palanca para apagar el telesilla i no podemos parar al pollo bailarín. Envíen a un electricista.” Esta memorable frase final de Stroszek deja claro que se trata de uno de los films más extraños de la historia. El relato y los personajes se van desplegando en la pantalla a través de una aventura implacable que deja fascinado al espectador. Cuando Bruno S. sale de la cárcel en Berlín, se marcha junto con una prostituta y un anciano a América, la tierra prometida, pero al llegar a Wisconsin estos tres inadaptados se sienten tan atrapados como en Alemania.
La montadora de la película es Beate Mainka-Jellinghaus (1936), que trabajó con Herzog en más de 20 films, además de colaborar de forma habitual con Alexander Kluge.